Dia gris a Barcelona
Recuerda que anoche Celia, con marcado acento budista en sus palabras, le decía que siempre estamos tejiendo y entretejiendo en cada momento de nuestras vidas. Tejemos, le decía Celia, no sólo nuestras decisiones, sino también nuestros actos, nuestros sueños, nuestros estados de vigilia: de una forma perpetua tejemos un tapiz. Y en el centro del mismo, concluyó Celia, a veces llueve.
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Llueve siempre en la alta fantasía, decía Dante. Y llueve, sobre todo ahora, en su imaginación, y también en Barcelona. En esa ciudad diluvia, sí. [...] La lluvia siempre nos hace recordar, nos trae la memoria de otros tiempos.
[...]
Escribe mentalmente frases y en una de ellas se pregunta cómo será Londres cuando las personas que ama estén ya, al igual que él, muertas. Serán días —eso puede ya darlo por seguro— en los que todos sus difuntos se habrán convertido en humedad pura y hablarán desde sus soledades remotas y salvajes, hablarán tal como lo hace la lluvia en África, y ya no recordarán nada, todo se habrá olvidado. Hasta la lluvia bajo la cual un día todos los muertos se enamoraron habrá quedado borrada. Y también se habrá perdido el recuerdo de la luna bajo la cual un día caminaron vivos como almas en pena en una carretera también olvidada.
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Pronto regresa a la realidad, a Barcelona y a su deprimente luz gris ceniza de hoy.
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Llueve siempre en la alta fantasía, decía Dante. Y llueve, sobre todo ahora, en su imaginación, y también en Barcelona. En esa ciudad diluvia, sí. [...] La lluvia siempre nos hace recordar, nos trae la memoria de otros tiempos.
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Escribe mentalmente frases y en una de ellas se pregunta cómo será Londres cuando las personas que ama estén ya, al igual que él, muertas. Serán días —eso puede ya darlo por seguro— en los que todos sus difuntos se habrán convertido en humedad pura y hablarán desde sus soledades remotas y salvajes, hablarán tal como lo hace la lluvia en África, y ya no recordarán nada, todo se habrá olvidado. Hasta la lluvia bajo la cual un día todos los muertos se enamoraron habrá quedado borrada. Y también se habrá perdido el recuerdo de la luna bajo la cual un día caminaron vivos como almas en pena en una carretera también olvidada.
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Pronto regresa a la realidad, a Barcelona y a su deprimente luz gris ceniza de hoy.
Enrique Vila-Matas, Dublinesca
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