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Mostrando entradas de septiembre, 2011

Depresión

Se repetía, iba de un lado a otro desconcentrada y desaparecía de la vista. Y querías atravesar aquella neblina creada por los fármacos, atravesarla con lo que hiciera falta, con palabras (punzantes, crueles o suplicantes), pero ni los ataques ni las súplicas le alcanzaban. Bett decía: « Lo sé, cariño, ahora mamá está mal. Mamá se encuentra así a veces » , o bien: « No lo entiendes. Es como un nudo que tengo en el estómago » , o bien: « Me ocurrió algo cuando era pequeña, no puedes comprenderlo, y sabe Dios que nunca he querido que lo comprendieras. Estas pastillas me quitan la ansiedad » . Sí, la ansiedad, el brillo, la luz. [...] Era duro. Querías salvarla, querías devolverla al aire que antes respiraba y que la hacía sentirse bien y hermosa. Y te enfurecía que hiciera aquello, estabas muy enojada con ella. Pensabas que de manera gratuita y deliberada estaba destruyendo a tu madre, suprimiéndola, suprimiéndose a sí misma, dejando que se desmoronase ante tus ojos. Te abandonaba.