Depresión
Se repetía, iba de un lado a otro desconcentrada y desaparecía de la vista. Y querías atravesar aquella neblina creada por los fármacos, atravesarla con lo que hiciera falta, con palabras (punzantes, crueles o suplicantes), pero ni los ataques ni las súplicas le alcanzaban. Bett decía: «Lo sé, cariño, ahora mamá está mal. Mamá se encuentra así a veces», o bien: «No lo entiendes. Es como un nudo que tengo en el estómago», o bien: «Me ocurrió algo cuando era pequeña, no puedes comprenderlo, y sabe Dios que nunca he querido que lo comprendieras. Estas pastillas me quitan la ansiedad». Sí, la ansiedad, el brillo, la luz.
[...]
Era duro. Querías salvarla, querías devolverla al aire que antes respiraba y que la hacía sentirse bien y hermosa. Y te enfurecía que hiciera aquello, estabas muy enojada con ella. Pensabas que de manera gratuita y deliberada estaba destruyendo a tu madre, suprimiéndola, suprimiéndose a sí misma, dejando que se desmoronase ante tus ojos. Te abandonaba. Estabas muy enfadada con ella.
Janet Hobhouse, Las Furias
Comentarios
Publicar un comentario