Viatge suïcida

Te escribo con la esperanza de que te arrojes pronto por la ventana de tu casa. Esa es creo yo la única frase que deberías haberme escrito, querida, deberías haberte atrevido a ser sincera y en lugar de preguntarme cómo lo he pasado en el manicomio o de enviarme sudorosas frases hechas junto a tu condolencia tan afectada por la muerte de Mario y todas esas cínicas palabras de apoyo, en lugar de todo eso deberías haberme escrito: Me gustaría que te suicidaras pronto, Mary, me gustaría verte ya muerta, y si eso no es posible me gustaría verte completamente loca y encerrada para siempre en ese manicomio del que has logrado salir no sé cómo.
[...]
Y quise matarme, en efecto, no te equivocas. Te han informado bien, querida esponja de ron, quise matarme arrojándome desde un primer piso. Es cómico, qué le vamos a hacer. Descendí del sexto al primer piso del inmueble, porque no tenía valor para volar desde más alto. Temía el golpe brutal contra el asfalto, para qué nos vamos a engañar.

Enrique Vila-Matas, «Un invento muy práctico»
(Suicidios ejemplares)

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