Reflexiones de una bibliotecaria
Esos libros que se publican ahora, habrá de todo, pero en general no son buenas compañías. Y si te mezclas a diario con libros malos, inteligente no te vuelves. Tampoco es para sorprenderse. ¿Nunca lo ha pensado? ¿Qué tipo de literatura puede producir una sociedad en la que no hay guerras, ni epidemias, ni revoluciones? [...] La gente se disculpa demasiado, todo el mundo tiene miedo a ser malo y eso produce literatura para bebés. Para mediocres. No es así como uno crece. [...] A sus simpáticas historias lacrimógenas hay que cortarles la cabeza, es lo que le digo al señor Pratier, ¡golpear donde duele! Me llevo bien con mi carnicero, Gustave Pratier, nos entendemos. No es ningún esnob, basta de tonterías. Como el carnicero, que corta a cuchillo el animal muerto para conseguir las mejores piezas, hay que cortar por lo sano. Apartar la grasa. Cero piedad con los libros malos. Y, ante la duda, seamos malos. Ese es mi lema, aunque esta forma de pensar está acabada, finiquitada, soy de la vieja escuela. [...] Conozco sus argumentos, señor ministro: [...] Aliar placer y cultura para que la cultura sea un placer y blablabá. Pero todo es una farsa, un embuste, una manipulación. La cultura no es un placer. La cultura es un esfuerzo permanente del ser para escapar de su vil condición de primate subcivilizado. [...] En realidad, señor ministro, usted los distrae porque les tiene miedo. Ruido, siempre ruido, nunca el silencio de un libro, nunca. Hay que reaccionar, hay que hacer algo, el ministro os tiene engañados, jovencitos, sabe muy bien que la revolución no se gesta en el ruido, sino en el silencio susurrante de las lecturas personales. Pero ya es demasiado tarde. Nuestras estanterías retroceden ante sus ofensivas. Pronto me trasladarán a otra planta inferior, a una bodega, y en la planta baja abrirán una cafetería. Y aquí, ¿por qué no una discoteca? Eso atraería al personal, señor ministro. [...] Disculpe si me crispo, pero es duro ser la minoría. Me siento como la línea Maginot de la lectura pública. Me siento tan sola a veces. No sé si me entiende.
Sophie Divry, Signatura 400
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