Petit à petit
Todo el
mundo sabe que la Tierra está separada de los otros astros por una cantidad
variable de años luz. Lo que pocos saben (en realidad, solamente yo) es que
Magdalena está separada de mí por una cantidad considerable de años caracol.
Al principio
pensé que se trataba de años tortuga, pero he tenido que abandonar esa unidad
de medida demasiado halagadora. Por poco que camine una tortuga, yo hubiera
terminado por llegar a Magdalena, pero en cambio Osvaldo, mi caracol preferido,
no me deja la menor esperanza. Vaya a saber cuándo se inició la marcha que lo
fue distanciando imperceptiblemente de mi zapato izquierdo, luego que lo hube
orientado con extrema precisión hacia el rumbo que lo llevaría a Magdalena.
Repleto de lechuga fresca, cuidado y atendido amorosamente, su primer avance
fue promisorio, y me dije esperanzadamente que antes de que el pino del patio
sobrepasara la altura del tejado, los plateados cuernos de Osvaldo entrarían en
el campo visual de Magdalena para llevarle mi mensaje simpático; entretanto,
desde aquí podía ser feliz imaginando su alegría al verlo llegar, la agitación
de sus trenzas y sus brazos.
Tal vez los
años luz son todos iguales, pero no los años caracol, y Osvaldo ha cesado de
merecer mi confianza. No es que se detenga, pues me ha sido posible verificar
por su huella plateada que prosigue su marcha y que mantiene la buena
dirección, aunque esto suponga para él subir y bajar incontables paredes o
atravesar íntegramente una fábrica de fideos. Pero más me cuesta a mí comprobar
esa meritoria exactitud, y dos veces he sido arrestado por guardianes
enfurecidos a quienes he tenido que decir las peores mentiras puesto que la
verdad me hubiera valido una lluvia de trompadas. Lo triste es que Magdalena,
sentada en su sillón de terciopelo tosa, me espera del otro lado de la ciudad.
Si en vez de Osvaldo yo me hubiera servido de los años luz, ya tendríamos
nietos; pero cuando se ama larga y dulcemente, cuando se quiere llegar al
término de una paulatina esperanza, es lógico que se elijan los años caracol.
Es tan difícil, después de todo, decidir cuáles son las ventajas y cuáles los
inconvenientes de estas opciones.
Julio Cortázar, «Lucas, sus largas marchas»
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