Puntos de vista

Transcripción parcial de
Lo que les ha parecido a algunos
de Karen Green
[...]

Byron Baleworth. Dramaturgo británico.
Escenario: El Café La Fortuna de la calle Setenta y uno.
Baleworth: «Y san Sebastián murió de acidez», para citar a otro famoso dramaturgo británico. Aquí el infinito no es una cuestión de ciencia. Lo que has creado es un dilema semiótico. Hay virus duros de pelar que resisten el sistema inmunitario del cuerpo, ¿no? Pues pasa lo mismo con tu símbolo, la casa: que se resiste a la interpretación.
Karen: ¿Eso quiere decir que no tiene significado?
Baleworth: Esta sería una larga conversación. Las próximas noches voy a alojarme en el Plaza Athénée. ¿Por qué no cenamos un día? [Pausa] Ese trasto está apagado, ¿no?
Karen: Bueno, deme una idea aproximada de cómo abordaría usted la cuestión.
Baleworth: [De repente incómodo] Probablemente me centraría en los aspectos fílmicos. Obtendrías algún significado si asociaras la casa con la política, la ciencia o la psicología. Lo que fuera, pero algo. Y el monstruo... Lo siento, pero el monstruo no está lo bastante trabajado. Por el amor de Dios, ¿ese chisme está encendido?

Andrew Ross. Profesor de Literatura en la Universidad de Princeton.
Escenario: Un gimnasio. Ross está haciendo ejercicio con un balón medicinal.
Ross: Oh, el monstruo es lo mejor. El problema es que Baleworth es dramaturgo y, como suele pasarles a los ingleses, lo más seguro es que sea un tradicionalista en materia de cuentos de fantasmas. Ya sabes que muchos británicos prefieren que los fantasmas vayan engalanados con crespones y telarañas y lleven candelabros en la mano. Tu monstruo, en cambio, es puramente americano. Para empezar, es un ser difuso, que es algo que ciertamente necesitan los compendios de culturas distintas. Esa criatura no se puede identificar con ningún grupo concreto. Su individualidad es imperceptible, y le pasa lo mismo que al lado oscuro de la luna, que es invisible pero no carece de influencia. 
[...] 
¿Alguna vez te has puesto ropa de doncella?

[...]

Camille Paglia. Crítica.
Escenario: El patio del Bowery Bar.
Paglia: Fíjate en que en ese sitio solamente entran hombres. ¿Por qué? Muy simple. A las mujeres no les hace falta. Saben que ahí no hay nada y pueden vivir sabiéndolo, pero los hombres tienen que asegurarse. Se sienten acosados por ese vacío infinito y por el ansia de conferirle sentido, de manera que lo codician, lo anhelan, desean su conclusión, su conocimiento, desean —para usar una expresión del Doctor Strangelove— su esencia. Tienen que penetrar, invadir, conquistar, destruir, habitar, impregnar y, si hace falta, hasta dejarse consumir por ese sitio. Al final todo se reduce a lo que les falta a los hombres. Les falta el hueco, la cavidad uterina, una concavidad fisiológica creativa y generadora de vida. Todo este asunto es resultado de la envidia de útero o la envidia de vagina, como prefieras.
Karen: ¿Y qué pasa con el miedo a la oscuridad que tiene mi personaje?
Paglia: Un puro invento. El guion lo ha escrito un hombre, ¿verdad? ¿Qué mujer que se respete a sí misma le tiene miedo a la oscuridad? Las mujeres son las reinas de lo interior y lo oculto. [...] ¿Estás ocupada esta tarde?

[...]

Harold Bloom. Crítico.
Escenario: Su biblioteca privada. Paredes atestadas de libros. Desorden generalizado.
Bloom: Querida, Kierkegaard escribió una vez: «Si el joven hubiera creído en la repetición, ¿de qué no habría sido capaz? Qué interioridad podría haber alcanzado».
Enseguida hablaremos de tu, hum, obra inacabada, pero por favor, permíteme que primero te lea un pasaje de mi libro La ansiedad de las influencias. [...] 
Como ves, aquí el vacío es lo supuestamente familiar, y tu casa es infinitamente familiar, infinitamente repetitiva. Pasillos, corredores, habitaciones, una y otra vez. Un poco como la casa de Dante después de una buena limpieza general. Es un lugar sin vida y sin objetos. Y como dijo Cicerón: «Una habitación sin libros es como un cuerpo sin alma». Así pues, añádele almas a la lista. Un lugar sin vida, sin objetos y sin almas. Y sin Dios. El abismo previo a Dios de Milton o, en un universo nietzscheano, el abismo posterior a Dios.
[...] Querida, ¿estás tan sola que has tenido que crear esto?

[...]

Jacques Derrida. Filósofo francés.
Escenario: Una exposición de Artaud.
Derrida: Pues bueno, lo que está dentro, es decir, si se me permite decirlo, lo que se despliega a sí mismo de forma infinita sin un exterior, sin otro..., pero ¿dónde está entonces lo otro?
¿Ya está? Bien.
[Pausa]
Cógeme la mano. Paseemos. 

[...]

Byron Baleworth.
Baleworth: [A la defensiva] Está muy mal resuelto. ¿Por qué ese tipo de casa? ¿Y por qué en Virginia? Esas preguntas hay que contestarlas. Tendría que haber más coherencia. Aunque la cosa promete, por lo menos. [Pausa] Confío en que no pienses que intentaba ligar contigo.

Camille Paglia.
Paglia: [Riendo] ¿Baleworth dijo eso? Tendrías que haberle preguntado por qué la entrada al infierno de Dante está en la Toscana. ¿Por qué el camino del Joven Goodman Brown está en Nueva Inglaterra? Baleworth simplemente está celoso, además del hecho de que no podría escribir un buen guion ni aunque le fuera la polla en ello. [Pausa] Y por cierto, a mí no me da miedo decirte que yo sí estoy intentando ligar contigo.
Entonces qué, ¿estás libre esta tarde?

[...]

Hunter S. Thompson. Periodista.
Escenario: Estadio de los Giants.
Thompson: He tenido una mala mañana.
Karen: ¿Qué le ha parecido el material filmado?
Thompson: Me estaba alojando en casa de unos amigos y esta mañana me han echado.
Karen: Lo siento.
Thompson: Tu película no me ha ayudado. Es, bueno..., te lo digo en dos palabras: un rollo chungo. Un rollo chunguísimo. Bueno, son tres palabras, o cuatro, a quién coño le importa. Es lo que yo llamo un mal viaje. Nunca pensé que yo diría esto, pero mujer, tienes que dejar el ácido, la mescalina o lo que sea que estés esnifando, inhalando o ingiriendo... Métete en un programa de desintoxicación o haz algo, lo que sea, porque como no hagas algo y deprisa vas a acabar mal. En la vida he visto un rollo tan chungo, tan puñeteramente chungo. [...] Me han echado. ¿Crees que podría quedarme en tu casa esta noche?

Stanley Kubrick. Cineasta.
Escenario: (Un chat)
Kubrick: «¿Qué es?», me pregunta usted. Y yo contesto: «Es una película. Y es una película porque usa película (y cinta de vídeo)». Lo que importa es cómo la película nos afecta o bien, en este caso, cómo me afecta a mí. La calidad de la imagen es a menudo espantosa, salvo cuando coge la cámara Will Navidson, que es algo que no pasa lo bastante a menudo. El sonido es malo. La elisión de muchos detalles contribuye a que los personajes no estén lo bastante desarrollados. Y finalmente, la estructura general hace aguas y amenaza con hundirse en cualquier momento. Dicho esto (o en este caso, tecleado esto), estoy seriamente impresionado y trastornado. Hasta he soñado con la casa de usted. Si no fuera porque es imposible, diría que usted no es cineasta. Diría que todo eso ha sucedido de verdad.

Mark Z. Danielewski, La casa de hojas

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