Literaturizando la vida
—Lo que ocurre —dijo, tras unos momentos de silencio y con una voz que en vano quería hacer parecer como firme—, aunque es absurdo e imposible expresarlo con palabras, aunque para mí es difícil, intentaré explicárselo —añadió, frunciendo el entrecejo como por un dolor físico. —¡Y bien! —dije. —Imagínese que había un caballero A, digamos viejo y muy vivido, y una dama B, jovencita, dichosa, ignorante aún de las personas y de la vida. Por distintas cuestiones familiares, él la quería como a una hija y nunca había tenido miedo de quererla de otra manera. Guardó silencio, pero yo no dije nada. —Pero olvidó que B era muy jovencita, que la vida era para ella todavía un juego —continuó de pronto a toda velocidad, decidido y sin mirarme—, y que no era difícil amarla con otro amor, y que eso a ella la divertiría. Y cometió un error y de pronto se dio cuenta de que otro sentimiento, un sentimiento pesado como el arrepentimiento, comenzaba a abrirse paso en su alma, y se asustó. Se asust...