El camino estrecho que conduce a los «Happy Few»

La lectura llevada a cabo deliberadamente ─lo que podríamos llamar la lectura volitiva─ no es lectura, al igual que la erudición no es cultura. La lectura verdadera es una acción refleja; el lector nato lee de forma tan inconsciente como respira [...]. ¿Qué es la lectura, en última instancia, sino un intercambio de ideas entre el escritor y el lector? Si el libro penetra en la mente del lector tal como ha salido de la del escritor ─sin ninguna de las adiciones y modificaciones que inevitablemente produce el contacto con un nuevo cuerpo de pensamiento─, se ha leído en vano. [...]
Por consiguiente, ser un lector mediocre puede considerarse una desgracia, pero no, ciertamente, una falta. ¿Por qué deberíamos ser todos lectores? No se espera de todos nosotros que seamos músicos; pero debemos leer; y así, los que no pueden leer creativamente leen mecánicamente, ¡como un hombre sin aptitudes para tocar el violín que considerara un logro equivalente el chirrido del organillo! Hay que entender de entrada que, en materia de lectura, los verdaderos infractores no son los que se limitan a leer basura reconocida como tal. El devorador confeso de ficción trivial no perjudica a nadie. El que se deleita con «la novela del día» no supone ningún estorbo serio para el desarrollo de la literatura. [...]
El vicio de leer se convierte en una amenaza para la literatura cuando el lector mecánico, armado con este elevado concepto de su deber, invade el ámbito de las letras, es decir, discute, critica, condena o, peor aún, alaba. [...]
Leer no es una virtud; pero leer bien es un arte, un arte que solo el lector nato puede adquirir.

Edith Wharton, El vicio de la lectura

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