De reflexiones lingüísticas...
—¿Qué te ha parecido? —dijo.
—Bueno, al menos ahora sé lo que quiere decir felliniano.
[...]
—Mi meta en la vida es llegar a ser un adjetivo —dijo—. Que la gente vaya por ahí diciendo: «Eso era tan bankheadiano», o «Un poco demasiado bankheadiano para mi gusto».
—Bankheadiano suena bien —dijo Madeleine.
—Es mejor que bankheadesco.
—O bankheadino.
—La terminación «ino» es horrible la mires por donde la mires. Hay joyciano, shakespeariano, faulkneriano. Pero en «ino». ¿Qué hay por ahí que sea algo terminado en «ino»?
—¿Thomas Mannino?
—Kafkesco —dijo—. ¡Pynchonesco! Mira, Pynchon es ya un adjetivo. Gaddis. ¿Cómo sería para Gaddis? ¿Gaddisesco? ¿Gaddisio?
—No, con Gaddis no se puede hacer —dijo Madeleine.
—No —dijo Leonard—. Ha tenido mala suerte, Gaddis. ¿Te gusta Gaddis?
—Leí un poco de Los reconocimientos —dijo Madeleine.
Doblaron Planet Street y subieron por la pendiente.
—Belloviano —dijo Leonard—. Es superbonito cuando se cambia alguna letra. Con nabokoviano no pasa: Nabokov ya tiene la «v». Y Chéjov también: chejoviano. Los rusos lo tienen fácil. ¡Tolstoiano! El tal Tólstoi era un adjetivo a la espera de formarse.
—No te olvides del tolstoianismo —dijo Madeleine.
—¡Díos mío! —dijo Leonard—. ¡Un nombre! Jamás había soñado con llegar a ser un nombre.
—¿Qué significaría bankheadiano?
Leonard se quedó pensativo unos segundos.
—De o relativo a Leonard Bankhead (norteamericano, nacido en 1959). Caracterizado por una introspección o inquietud excesiva. Sombrío, depresivo. Véase caso perdido.
Madeleine reía. Leonard se detuvo y la cogió del brazo, mirándola con seriedad.
—Te estoy llevando a mi casa —dijo.
—¿Qué?
—Todo este tiempo que llevamos andando. Te he estado llevando hacia mi casa. Eso es lo que hago normalmente, al parecer. Es vergonzoso. Vergonzoso. No quiero que sea así. No contigo. Así que te lo estoy diciendo.
—Ya me lo había figurado, que íbamos a tu casa.
—¿Sí?
—Te lo iba a decir. Cuando estuviéramos más cerca.
—Ya estamos cerca.
—No puedo subir.
—Por favor.
—No. Esta noche no.
—Hannaesco —dijo Leonard—. Testarudo. Dado a posturas inamovibles.
—Hannariano —dijo Madeleine—. Peligroso. Algo con lo que no se juega.
—Quedo advertido.
Jeffrey Eugenides, La trama nupcial
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