Haploides o diploides
—¿Qué te pasa?
Leonard se encaró con ella.
—¿Que qué me pasa? ¿Qué crees tú que me pasa? Estoy deprimido, Madeleine. Tengo una depresión.
—Lo sé.
—¿Lo sabes? No estoy muy seguro de que lo sepas. Si lo supieras puede que no dijeras cosas estúpidas como esa.
—¡Lo único que he hecho ha sido preguntarte si te lo has pasado bien! ¡Dios!
—Déjame decirte lo que sucede cuando una persona está clínicamente deprimida. —Leonard adoptó sus exasperantes modos doctorales—. Lo que sucede es que el cerebro envía una señal que dice que se está muriendo. El cerebro deprimido manda esa señal y el cuerpo la recibe, y al rato el cuerpo piensa que también se está muriendo. Y entonces empieza a apagarse. Por eso duele la depresión, Madeleine. Por eso es físicamente dolorosa. El cerebro piensa que se está muriendo, y entonces el cuerpo piensa que también se está muriendo, y entonces el cerebro lo registra, y así va y vuelve una y otra vez ese mensaje en una especie de bucle sin fin. —Leonard se inclinó hacia ella—. Eso es lo que está pasando dentro de mí en este momento. Es lo que me pasa cada minuto de cada día. Y por eso no te respondo cuando me preguntas si me lo he pasado bien en esa fiesta.
Se expresaba con suma propiedad, pero su cerebro se estaba muriendo. Madeleine trató de interiorizar lo que Leonard le estaba diciendo. Se sentía acalorada por el bourbon, y sofocada por el calor de la ciudad. Y ahora que estaban de nuevo en la calle, en Broadway, se sentía también desilusionada por tener que volver a casa. Llevaba más de un año cuidando de Leonard, confiando en su mejoría, y ahora estaba peor que nunca. Acababa de salir de una fiesta donde todo el mundo parecía sano y feliz, y su situación le parecía terriblemente injusta.
—¿No puedes pasar una hora en una fiesta sin comportarte como si te estuvieran torturando?
—No, no puedo, Madeleine. Ese es el problema.
De las escaleras del metro salía un tropel de gente. Madeleine y Leonard tuvieron que apartarse para dejar que pasaran.
—Comprendo que estás deprimido, Leonard. Pero estás tomando medicación para la depresión. Otra gente toma la medicación y está perfectamente.
—¿Quieres decir que soy disfuncional incluso en el colectivo de maníaco-depresivos?
—Estoy diciendo que casi parece que te gusta estar deprimido a veces. Como si cuando no lo estás no recibieras toda la atención que recibes. ¡Estoy diciendo que el hecho de que estés deprimido no te da derecho a gritarme porque te pregunte si te has divertido!
La cara de Leonard, de pronto, adquirió una expresión extraña, como si experimentara un oscuro regodeo.
—Si tú y yo fuéramos células de levadura, ¿sabes lo que haríamos?
—¡No quiero oír hablar de levaduras! —dijo Madeleine—. Estoy harta de levaduras.
—Si pudiera elegir, una célula de levadura elegiría ser diploide: el estado ideal de la levadura. Pero si está en un medio en el que hay una carencia de recursos, ¿sabes lo que sucede?
—¡Me tiene sin cuidado!
—Las diploides vuelven a ser haploides. Pequeñas y solitarias haploides. Porque, en crisis, es más fácil sobrevivir como una célula sencilla.
Jeffrey Eugenides, La trama nupcial
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